Escriben: Carolina Guillén, Samuel Huarcaya y Jackeline Velarde *


Es evidente que la pandemia de la COVID-19 ha resaltado las diferencias entre los peruanos. Muchas de estas desigualdades se le atribuyen al sistema que, desde la época colonial, viene jerarquizando a las distintas identidades raciales. El racismo otorga privilegios a unos y genera barreras para otros.

La manera más simple de entender cómo funciona en concreto el racismo peruano es a partir de la visibilización de tres niveles de manifestación. Es así que hemos preparado un breve recuento de episodios que dan cuenta de los referidos niveles durante la época de pandemia. De esta forma, nos aproximaremos a las creencias, actos, discriminación sistémica y violencia. La idea es que podamos empezar a hablar sin miedo sobre el racismo y comenzar a desmantelarlo de a pocos.

Lo que hemos aprendido

La pandemia nos deja con un escenario desconcertante pero bastante gráfico sobre los diversos discursos presentes en la sociedad peruana con respecto a la raza y al racismo. Es a través de estos discursos que podemos ir entendiendo cómo es que se configuran ciertas ideas, percepciones y creencias relacionadas a estos conceptos. Por ejemplo, mientras algunas personas han tenido el privilegio de conservar su trabajo en medio de la cuarentena, hay millones de otras que siguen trabajando desde la informalidad o en micro y pequeñas empresas, en donde han tenido que verse obligadas a sopesar entre su economía familiar y su salud.

Para los sectores más acomodados, muchas veces esta cuarentena se percibió como una limitación de las libertades y del ocio personal, mientras que para los sectores pobres y racializados este encierro era, más bien, entendido como una cuestión de vida o muerte. Por otro lado, cuando los medios de comunicación visibilizaban el incumplimiento de la cuarentena de personas de barrios acomodados, las escenas mostraban que estas la incumplían por motivos de ocio o entretenimiento, mientras que, del otro lado, y tal vez con mayor dureza, se juzgaba a los vendedores ambulantes que salían a la calle para solventar sus necesidades básicas.

En ese sentido, podemos empezar a plantearnos muchas preguntas. ¿Por qué percibimos que las personas de bajos recursos tienen más culpa al incumplir la cuarentena que los vecinos de San Isidro que salen a pasear a sus perros? ¿Cuáles son los discursos que se perpetúan los medios al validar este tipo de actitudes?

El de todos los días: racismo cotidiano

Estos discursos basados en creencias generan que las personas se comporten de determinada manera. Así, encontramos un segundo nivel donde se puede ver de manera clara una de las manifestaciones más evidentes del racismo. Aquí podemos encontrar bromas, comentarios racistas, bullying racial, microagresiones, insultos racistas e invisibilización. Un ejemplo claro de cómo aterrizan las creencias en actos, fue el episodio que protagonizó en un parque del distrito de Magdalena el ciudadano Aarón Cotrina cuando un sereno le solicitó que se coloque la mascarilla, ante lo cual Aarón increpó: “No me jodas, serrano de mierda, indio asqueroso. Eso es lo que eres”, “¿Quién eres tú?” “¿Qué te crees?”, mientras el sereno le continuó solicitando amablemente que se coloque la mascarilla.

Estos actos son las expresiones concretas del primer tipo de manifestación: las percepciones. Los peruanos hemos aprendido a relacionarnos con nuestro medio a partir de la información que recibimos de nuestras familias, la educación formal y los medios de comunicación. Las tres fuentes nos enseñan que las personas valdrán menos mientras más alejados se encuentren de nuestra idea de “lo blanco”. Este razonamiento nos sirve para retomar el control en este tipo de situaciones, apelando a creencias racistas sobre nuestro interlocutor.

La discriminación es parte del sistema

Analizando otras variables, en el marco de la cuarentena, se lanzó desde el Poder Ejecutivo la plataforma educativa “Aprendo en Casa”. El alcance en el 2020 superó los 6 millones de espectadores por semana desde su lanzamiento. Sin embargo, si bien se posicionó como una herramienta educomunicacional valiosa en la búsqueda de garantizar el derecho a la educación de los niños, niñas y adolescentes de nuestro país, es insuficiente debido a la aún existente brecha de acceso a las tecnologías de la información y comunicación (TIC)  en los hogares . Para el 2018 aún existía un amplio 25% de la población peruana que no contaba en sus hogares con dispositivos de radio y TV. Además, según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) 2020, solo el 40% de los hogares en el país cuenta con conexión a internet , mientras que específicamente en el área rural solo el 23.8% cuenta con ésta.

No es casual que la población con menos acceso y conectividad se encuentre en las zonas rurales de nuestro país, en las cuales también se concentra la mayor cantidad de población indígena andina y amazónica, así como población hablante de lenguas originarias. La mirada del planeamiento y ejecución de políticas públicas y/o programas sociales con mirada homogenizante es excluyente y discriminatoria pues no toma en cuenta las necesidades particulares de las poblaciones más vulnerables; en nuestro país, estas, además, son las más racializadas y las que se enfrentan no solo a estereotipos negativos, como hemos visto a lo largo del texto, sino a decisiones de discriminación sistémica que perjudican el acceso a sus derechos básicos.

El racismo en el Perú sigue siendo una realidad que nos resistimos a ver. En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, es fundamental empezar a exponer y visibilizar las distintas manifestaciones de este problema para entenderlo en su real dimensión.



* Somos miembros de Observatorio de Color, consultora que trabaja para visibilizar el racismo y la importancia de la diversidad étnica, racial y cultural en las organizaciones.